Publicado en Tal Cual vía Analítica.com
Miércoles, 29 de julio de 2009
Villanueva
Roldán Esteva-Grillet – TalCual
No han creado un solo parque en ninguna ciudad, pero les han cambiado el nombre a todos. No han construido una sola avenida o urbanización importante, pero algunas ya llevan nombres nuevos. La consigna es borrar el pasado, aunque sea nominalmente, pero sin construir nada.
Poner una placa y luego decir, esto lo hicimos nosotros. Basta ver los antiguos comedores populares, todos rebautizados. O el antiguo Ateneo de Caracas.
El mejor ejemplo son los museos. Crean una decena de instituciones, en el papel, con directores que nada dirigen pero que cobran. La única institución que tiene asegurada una sede de origen, en construcción, es el Museo Nacional de la Historia en Maracay; era el único museo que ya disponía de una, el Cuartel San Carlos (según proyecto original del arqueólogo Mario Sanoja, antes de convertirse en uno de los actuales ideólogos del régimen). Pero el cuartel prestigiado por el encarcelamiento del héroe de La Planicie fue tomado por un colectivo revolucionario con la excusa de montar un Museo de la Historia de la Guerrilla, y ahí siguen atrincherados, sin lavar ni prestar la batea, sin hacer nada digno de ser visto o comentado. Aunque la guerrilla fue derrotada, el héroe del Museo Militar ha aceptado que se cuente la historia que él no se atrevió a vivir pero con la que se arropa.
Claro, la historia la escriben los vencedores y varios fracasados guerrilleros están hoy en el poder, aunque gracias al Gran Elector y no a las armas que entregaron a tiempo. La brújula la perdieron desde el momento en que, vía televisión, el Presidente despidió a los directores de museos, para luego, a falta de talentos propios, colocar a otros formados en la maldita cuarta república, rotarlos hasta el cansancio y reducirlos a conserjes. Un Manuel Espinoza, fundador y primer director de la Galería de Arte Nacional, al cabo de dos años se cansó de pelear a favor de los museos. Pero qué se puede esperar de un gobierno cuyo ministro de Educación Superior se vanagloria de no haber ido nunca al Teatro Teresa Carreño. O cuyo actual director del Instituto de Patrimonio Cultural hace bulla y levanta roncha entre profesionales y trabajadores de los museos, sólo para que Chávez pregunte quién es el fulano ése, y preparar así su ascenso de viceministro a Comisario Mayor con plenos poderes para decidir, como buen burócrata, qué es cultura. Ya lo ha declarado: lo creado por el pueblo, y específicamente, lo coleccionado por Mariano Díaz, y adquirido por el Estado, sin pensar en dónde lo pondría. En vez de animales africanos, fauna criollita; en vez de pedacitos insignificantes de la civilización egipcia, o de cerámica oriental, alfarería endógena. La estolidez, la demagogia y el espíritu de campanario chapotean en el mismo estercolero. Carlos Raúl Villanueva, de estar vivo, contemplaría descreído cómo se disputan su edificio de Los Caobos.
Si la democracia no respetó su destino original, al imponerle la GAN por tres décadas, la autocracia tampoco teme mancillar la memoria del insigne arquitecto, culpable de haber creado un lugar tan idóneo para la exhibición del arte.
Discussion
No comments for “Roldán Esteva Grillet: Villanueva”
Post a comment