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Gerardo Zavarce: “El curador, ese bicho raro”

El curador, ese bicho raro

GERARDO ZAVARCE
La tarea primordial de un curador, o los curadores, es hacer que las prácticas artísticas se conviertan en una experiencia de creación cultural colectiva. Para lograrlo, el curador esencialmente organiza exposiciones.

Selecciona a los artistas y las obras participantes.

Documenta las exposiciones y construye, de manera temporal, las referencias históricas, contextuales y conceptuales sobre las cuales se soporta el andamiaje de una exhibición de obras de arte. En algunas ocasiones el curador cuenta con la posibilidad de publicar sus ideas y experiencias; entonces, la propuesta curatorial logra erigirse en el tiempo documentada como texto e imagen. Si las ideas que pretende comunicar una exhibición no se documentan de manera cabal, la exhibición se limita al rumor de la experiencia y ésta tiende a diluirse, lo que hace más difícil la labor posterior de la historiografía.

El curador construye un territorio de diálogos entre diversos actores para hacer de la experiencia artística, esencialmente dentro del proceso de socialización del arte, un territorio oportuno para la reflexión y el conocimiento. Una exhibición construye, a través de diversos elementos, una narración particular, por lo cual cuando hablamos de exhibir obras de arte, o cualquier otro artificio, estamos hablando de un modo particular y complejo de comunicación. De un modo particular y complejo de entender el arte. De un modo particular y complejo de relacionarnos con la diversidad de instituciones que albergan estas prácticas artísticas. Indudablemente, no es lo mismo exhibir un urinario en una sala de una galería o de un museo que exhibir la producción simbólica y material realizada sobre un presidente de un país latinoamericano en las instalaciones de un baño.

Ambas cosas han ocurrido en los territorios complejos de la creación cultural en el campo de las artes visuales.

Un curador muchas veces se convierte simplemente en un compañero cómplice para el acto creador. Un interlocutor para la creación y sus procesos interactivos. En este papel el curador es una especie de testigo de excepción o compañero de viaje. Acompaña al artista, o a los artistas, participa, conversa, opina, discrepa, interviene, enseña y simultáneamente aprende. Acompaña la obra, o las obras. El curador se equivoca porque también arriesga. Un curador se enfrenta, como mediador, a una diversidad importante de públicos. Público general, público especializado, público desinteresado, público ausente, o la nueva modalidad: el antipúblico. Igualmente, se sumerge en el contexto de una diversidad compleja de prejuicios en torno al arte y a la creación.

Por tanto, la tarea del curador se inscribe como catálisis de una serie de variables que buscan intervenir en la compleja articulación de los diversos elementos que constituyen la producción simbólica, sus mecanismos de difusión y sus procesos de recepción. Así, el curador, ese bicho raro, se piensa como puente entre la creación y la sociedad.

Ahora bien, no se trata de construir una apología de la labor curatorial, queda claro que como cualquier vía de tránsito la comunicación curatorial puede estar paralizada y el curador corre el riesgo de ser percibido como un puente roto. Lo importante es precisar que la labor del curador en nuestros contextos puede articular posibilidades para desarrollar mediaciones con criterios de calidad, pertinencia y sentido crítico, en el marco de la construcción de una democracia cultural participativa y protagónica, una democracia como pretende ser la nuestra.

Fuente: El Nacional. Caracas, Venezuela.

MARTES 04 DE AGOSTO DE 2009 · ESCENAS/2

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