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Research

Juan José Olavarría, Me cambio el nombre

Con sus oscuras paredes rojas, entrar en la exposición de Juan José Olavarría es conocer lugares tenebrosos, incómodos, espacios reprimidos de sufrimiento y de violencia. El ambiente sombrío, algo amenazante, no es nada casual. Desde un lado de la sala, una réplica paródica del famoso cuadro extraviado de Matisse suelta una carcajada irónica mientras que del otro la inacabable alegría de las comiquitas en loop se torna tortura. Definido por el artista como un ‘museo histórico de la Venezuela contemporánea,’ en su muestra Olavarría erige un espejo frente al cual se distorsiona el mítico venezolano chévere, convirtiendo su sonrisa en una mueca amarga.

Reflejo de la memoria, reflejo de las luces tenues de las hemerotecas donde muchas de las obras tuvieron su origen, la sala se vuelve archivo-museo donde el espectador compra un pasaje a un pasado doloroso. escuchar

Estas indagaciones históricas arrancaron con la difícil transición a la democracia en la época de Betancourt, investigación que culminó en una muestra llamada Que me quemen las manos en la Sala Mendoza en el año 99. “Yo necesitaba entender a donde habíamos llegado”, explica Olavarría, “al punto político del año ‘98. Y querría aclararlo, pero para entenderlo tenía que conocer la historia concreta de Venezuela y entonces tuve que empezar a retroceder y hacer una relectura desde otro punto de vista para ver quiénes son los que escribieron la historia.”

Ahora Me cambio el nombre desafía a la memoria de manera más inmediata al incluirse hechos de la historia reciente del país, que datan de los últimos veinte años. escuchar Apelando al imaginario mediático, al simulacrum que vivimos dentro de la realidad, las obras buscan intervenirse en el proceso de memorización de lo actual. Las imágenes que trabaja Olavarría se podrían considerar las imágenes, pero lejos de homenajearlas el artista apunta a su potente, pero paradójicamente frágil condición de iconicidad.

La Virgen de la Cadena. Foto: Francesco Spotorno

Sin necesidad de recurrir al repetitivo lema hegemónico “Prohibido olvidar”, las obras median un espacio más contemplativo para reinsertarse quizás inesperadamente por el camino del arte (camino que algunos podrían esperarse lleno de flores, de lo bonito y pintoresco). Como buen investigador, las fuentes de Olavarría son diversas, numerosas, de aquí y de afuera, digitales e impresos. No en vano se auto-denonima un “ratón de biblioteca”. escuchar

Sin embargo, Olavarría reconoce que esta búsqueda de hechos ciertos no solamente abre puerta tras puerta de información nueva, relevante o tangencial, pero también requiere de una posición crítica que ubica al lector, o televidente fuera del tramposo modelo informacional. escuchar Y más allá de tomar el tiempo de informarse, muchas veces el panorama mediático tradicional no satisface la búsqueda de datos. Olavarría admite que ha tenido que abandonar proyectos por falta de información o por ser imposible llegar a una conclusión, como en el caso de una investigación que estaba llevando a cabo sobre los hermanos Faduel. En ‘Secuestrados’, recurre al medio del video que proyecta unos 3000 nombres de personas secuestradas en Venezuela, trabajo que, según el artista, demuestra las lagunas de la memoria colectiva y hace surgir la pregunta de quién se debería encargar de compilar información. escuchar

Una vista rápida de la sala demuestra la multi-disciplinariedad de Olavarría que, dibujante de oficio, se presta para trabajos de campo, escultura, instalación y hasta bordado. Explica que el medio de expresión lo exigen las mismas obras y que en vez de tener una idea pre-definida del producto como objeto, el artista se deja llevar por su investigación y sólo llega a la elaboración del objeto cuando haya llegado a una conclusión. La relación concepto-objeto es tan fluida como coherente. La superficie de la obra ‘La peste’ es fría al tacto, como una lápida; el aviso del bar La Goajira, víctima de un incendio en el 2002, se impone como reliquia dolorosa, y tabú en la sala; los nombres de los secuestrados no dejan de aparecer como una rotativa que repite su mensaje una y otra vez. En medio de la sala una piedra está expuesta en una caja de acrílico en este museo del dolor. escuchar Este acto trae un residuo de violencia al espacio expositivo y exige una confrontación con el asesinato.

Aunque el visitante se sienta algo debatido ya, Olavarría asegura que esto es solamente una pequeña muestra de un enorme archivo colectivo que flota en rincones lejanos de la memoria donde se resguardan los recuerdos engorrosos para abrir paso a distracciones más alegres. Hay casos que quedaron afuera de esta muestra y cosas por venir. escuchar

En Me cambio el nombre la memoria aparece no sólo como responsabilidad, sino como la otra cara de la moneda donde reside la identidad misma. escuchar Es una identidad que se construye, cual obra de arte, a través de elecciones conceptuales y manipulaciones materiales. En la sala del Periférico Caracas, este proceso ha dejado algo bien concreto – un espacio simbólico (memoria-galería-museo) que carga una identidad que exhibe a así mismo consciente de su propia construcción.

Discussion

2 comments for “Juan José Olavarría, Me cambio el nombre”

  1. Este trabajo me encanta. Como me puedo comunicar con el artista?
    e.

    Posted by Elia Arce | March 1, 2009, 7:44 pm
  2. Juancho, te felicito por esa exposición tan bien urdida.

    Un abrazo

    Posted by R Lopez Ramos | August 15, 2009, 10:17 pm

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