Una vez que hayas saltado los potes de pintura, los pinceles que pretenden fugarse, los lienzos que cubren el piso y las obras que se reposan contra las paredes, ya entraste al taller de Starsky Brines. Luego, solamente te toca saludar al loro (Pepe) y conseguir aunque sea una cerámica disponible en el piso para pararte.
Starsky, por Francesco Spotorno
“Pon la tela y yo la mancho,” dice Brines. Afirmación comprobada por una rápida vista 360 al espacio. Aunque siempre está pintando, los primeros meses de este año han sido particularmente exigentes, ya que su primera exposición individual fuera de Venezuela se inauguró la semana pasada en la Galería Luis Fernando Pradilla en Bogotá. “La exposición se llama Campeones urbanos,” explica Brines. “Son una serie de personajes que vienen contaminados de la urbe, de lo que pasa afuera, son como pequeños fragmentos, situaciones o cuentos.”
Esa urbe no está nada lejos. Abajo en la Avenida San Martín hay buses como manadas de elefantes, mil chismes contados por teléfono, gritos y reclamos entre cornetazos y risas. En frente, en la oscuridad del Mercado, hay gotas de aceite que caen de las empanadas, papas por kilo, huevos por docena, fruta fresca, fruta podrida, fruta roja, verde y amarilla. Hace tres días se fue el agua en casa de Starsky. No nos prometió baño. No se lo pedimos. La vida es así.
Y de ahí viene su trabajo. “Yo simplemente vivo,” dice. “Simplemente vivo y soy como una esponja. De repente es una imagen que ves, o alguna frase que dijo alguien. Y eso le pasa a todo el mundo, todo el mundo llega con ideas de la calle, ideas de la ciudad, ideas de Caracas. Con la prensa, con la violencia, con el amor.”
Sí, el amor. Brines confiesa sin pena que ve la novela (Los tacones de Eva) y lee el horóscopo (El Nacional los domingos) y que la cotidianidad tiene una influencia determinante y honesta en su obra. Escuchar
Pero el amor y la ciudad tienen sus sombras y es desde ahí que la violencia se asoma y muestra sus dientes. Los cuadros de Brines se hacen a punta de brochazos violentos, trazos tan descuidados como expresivos y colores primarios. Muchas veces la relación con la tela no sólo resulta exigente, sino que puede llegar a ser hasta dolorosa mientras el trazo muta. “Es una acción totalmente,” explica. “Aparentemente son los mismos elementos, los mismos recursos que uso desde hace más o menos cuatro años pero hay un desarrollo de la obra y ese desarrollo lo consigo en la acción. Es muy, muy corporal. Pues ahora me duelen los muslos, porque es que a veces dejo de pintar por un rato, o a veces pinto agachado.”
De esa acción, entonces, nacen sus personajes “contaminados” de la ciudad. Y ahí surge la pregunta. Si esa contaminación aparece bajo el signo de lo urbano, ¿plantea Starsky (oriundo de Maturín) lo rural como pureza? Él dice que no. Que más bien la contaminación es general. Es “ese elemento que no debería estar ahí”, es lo siniestro que se ubica en el subibaja del país donde en un lado se sienta una vaquita con una nariz roja aparentemente simpática y del otro lado un malandro con rasgos de Mickey Mouse. “Es algo que está en el inconsciente colectivo. Eso del payaso a mí no me gusta mucho, y de niño nunca me gustaban, pero uno termina haciendo siempre lo que a uno no le gusta. Uno hace cosas y no sabe por qué, como buscando algo que nunca vas a conseguir. Pero en la acción de buscar van saliendo cosas que son parte de tus traumas, tus alegrías, tus miedos y todas esas cosas van saliendo allí.”
Para Starsky, ese “allí” puede estar en cualquier lado pero se manifiesta de una manera particular en las zonas rurales. Escuchar
Son, entonces, cuadros del amor y otros demonios, cuadros de la ciudad y del campo, con traumas y despechos, con besos y cuchillazos, con fantasmas y amantes. Sin escape pero con mucha vida.
Discussion
No comments for “Starksy Brines. Campeones Urbanos”
Post a comment