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Exhibitions

Muestra fotográfica Las Plañideras, de Antonio Briceño, se inaugura el 4 de marzo en D’Museo


Del 04 de marzo al 15 de abril

Antonio Briceño captura el arte del llanto y el olvido

con “Las Plañideras” en D’Museo

 Las Plañideras, nombre que reciben esos coros de mujeres lloronas que desde la antigüedad han hecho del llanto un ritual para expresar con fuerza dramática el dolor ante la muerte, es el título y el eje central de la nueva exposición del artista venezolano Antonio Briceño, que se inaugurará el domingo 04 de marzo a las 11:00 de la mañana en la Galería D’Museo, en el Centro de Arte Los Galpones, y que permanecerá en exhibición hasta el 15 de abril.

La muestra, curada por Tomás Rodríguez Soto, documenta una tradición que en la actualidad ha desparecido casi por completo de nuestras prácticas funerarias, pero que aún subsiste en pequeñas comunidades como las del bajo Piura en Perú donde fueron hechas las imágenes de la exposición, según explica el curador en el texto del catálogo que la acompaña. “Sin embargo –advierte el especialista- nos parece que la intención del artista va aún más allá, y con este tema de fondo habla sutilmente a su vez de la represión de las emociones en nuestra sociedad”.

Para ello, la exposición está distribuida en cuatro grupos de obras: “Las Aguas” (imágenes de diferentes paisajes con aguas amenazantes que aluden a la emoción presa o congelada), “El olvido” (fotografías de los lacrimatorios donde se depositan las pruebas irrefutables del dolor y del duelo), “Las Mantillas” (retratos de plañideras vestidas de negro, con sus velos o mantillas -parte más esencial del atuendo- ejecutando sus desgarradores performances), y “Plañideras” (sección compuesta por dos videos en loop, de dos grupos de plañideras en su sesión de llanto).

“De esta manera, la muestra discurre en torno al duelo y la condolencia, que podría decirse son fundamentales para la psique humana actual, habitante de grandes conglomerados urbanos donde la pérdida física y psicológica está presente en el día a día”, escribe Rodríguez Soto.

Asimismo explica, que Antonio Briceño se sirve aquí, como ya es habitual en su obra, del paisaje como expresión plástica de las emociones o estados de ánimo, y que en esta exhibición trata el destierro de la memoria a través de los lacrimatorios, los cuales en sus obras se muestran ya resecos, encostrados y abandonados en un paisaje erosionado, reflejando el olvido por el tiempo transcurrido, el punto final del duelo.

En cuanto a los videos del grupo Plañideras “¡Ay, mamita!” y “¡Compadre Florencio!”, el curador indica que “nos transmiten vivamente lo que son capaces de generar las plañideras, cuya fuerza expresiva resulta conmovedora y nos permite valorar el esfuerzo corporal y psíquico que requiere tal despliegue escénico. Estas piezas presentadas en un ciclo sin fin, son también una ofrenda que ellas y el artista nos hacen como espectadores, lloran por y para nosotros, nos acompañan en nuestros sentimientos aún cuando pensemos que no era necesario, ni lo creamos oportuno”.

Nacido en Caracas en 1966, Antonio Briceño ha desarollado una importante carrera artística de más de dos décadas, durante las cuales ha exhibido sus fotografías en numerosas exposiciones, colectivas e individuales, en Venezuela, México, India, Nueva Zelanda, Suecia, Estados Unidos, Francia, España, entre otros países. Ha sido merecedor de diversos reconocimientos y su obra forma parte de colecciones públicas y privadas

El público tendrá la oportunidad de apreciar el trabajo de este destacado artista en la exposición individual Las Plañideras, que podrá ser visitada desde el 04 de marzo hasta el 15 de abril, en la Galería D’Museo, ubicada en el Centro de Arte Los Galpones, en la Avenida Ávila con 8va transversal de Los Chorros. El horario de exposición es de martes a sábado, de 11:00 a.m. a 7:00 p.m., y los domingos de 11:00 a.m. a 4:00 p.m. La entrada es libre.
TEXTO CURATORIAL

Las Plañideras. Nuestras últimas lágrimas

Esta exposición de Antonio Briceño aborda en primera instancia y de forma evidente el tema de las plañideras o lloronas, esos coros de mujeres que desde la antigüedad han servido de vehículo, con su despliegue de llanto ritual, para expresar con fuerza dramática nuestro dolor ante la muerte. Una tradición que hoy ha desaparecido casi por completo de nuestras practicas funerarias, pero que aún subsiste en pequeñas comunidades como las del bajo Piura en Perú, donde fueron hechas estas imágenes. Sin embargo, nos parece que la intención del artista va aún más allá y con este tema de fondo habla sutilmente a su vez de la represión de las emociones en nuestra sociedad.

De esta manera, la muestra discurre en torno al duelo y la condolencia, que podría decirse son fundamentales para la psique humana actual, habitante de grandes conglomerados urbanos donde la pérdida física y psicológica está presente en el día a día. Rafael López Pedraza nos dice acerca de éstas: … son quizás las emociones más profundas que se dan en el alma humana y las que más enriquecen nuestra memoria emocional. Eso es lo que considero duelo: una emoción muy cercana a todo nuestro ser donde vibra con más intensidad el alma como campo de lo emocional (López, 2008: 75). Es probablemente por esa intensidad que refiere López Pedraza y la profundidad de la huella que deja en nosotros, por lo que vienen tan a propósito para hablar de la represión emocional.

Antonio Briceño se sirve aquí, como ya es habitual en su obra, del paisaje como expresión plástica de las emociones o estados de ánimo. De esta forma las  imágenes de cuerpos de agua resultan no sólo metáforas de las emociones contenidas, de todo aquello que bulle interiormente, sino además de los grados  con los que éstas se agitan en nuestro interior. La materialización de las obras en bloques de metacrilato, sin embargo, refuerza la impresión de que éstas se encuentran retenidas en su contenedor, congeladas e inmóviles.

El duelo es a nuestro parecer una emoción alquímica: destila y decanta las emociones revueltas por la pérdida, nos toma de la muerte y nos conforma a una nueva circunstancia en nuestras vidas. Y dentro de esta nueva situación se comprende la aceptación de la pérdida así como, finalmente, el olvido.

Este destierro de la memoria es tratado en la muestra a través de los lacrimatorios, elementos que formaron parte en la antigüedad de los tributos que se rendían a los muertos. En ellos, las lágrimas vertidas por los dolientes eran ofrendadas como la más sentida demostración de dolor. En las obras vemos cómo estos recipientes ya resecos, encostrados y abandonados en un paisaje erosionado, remiten al olvido por el tiempo transcurrido, al punto final del duelo. Pero ya en el contexto de la represión, nos ponen también frente al olvido del llanto mismo, de la expresión de nuestras propias emociones. Ellas manifiestan en última instancia la incapacidad de irrigar con nuestras aguas interiores el mundo en que vivimos. Aluden así al tipo de embotamiento que producen las ciudades violentas ante la muerte como un hecho más que cotidiano donde, ya agotados emocionalmente, nos cuesta dolernos verdaderamente ante lo trágico

En este ámbito de, llamémoslo así, bloqueo emocional es donde la presencia de las Plañideras fue siempre importante. Estas mujeres, generalmente de pago, son un vehículo no sólo para la exaltación del dolor por la pérdida y la escenificación ritual de la importancia del fallecido, sino igualmente, para la canalización del duelo en los deudos. Sus llantos y lamentaciones propician en éstos el fluir del dolor, ofreciéndoles un espejo donde reflejarse.

Contrario a lo que podría pensarse, las Plañideras no falsifican el dolor, no estafan con sus lágrimas de cocodrilo. Su rol y accionar está más cerca de los actores trágicos de la Grecia clásica, donde la tragedia era representada ritualmente en honor a Dionisos -cuyo culto era muy importante en la esfera de lo femenino. Un dios vinculado entre otros aspectos a la idea de la resurrección y la locura sagrada. De alguna manera, las plañideras con su violenta escenificación de dolor y lamentaciones cumplen con lo que Aristóteles distinguía como los elementos fundamentales de la Tragedia: mimesis (imitar) y catarsis (purificación). Por medio de su empatía, ellas encarnan honestamente el Pathos (emoción) y lo viven como propio, afectando intensamente a los dolientes para propiciar el duelo. Estas mujeres vestidas invariablemente con mantillas negras (las obras en sala las magnifican sobre largos y tremulantes sudarios negros), dramatizan la pérdida, hacen del suceso algo trascendente, rasgan el tiempo y hacen notable el cambio inalterable que ha ocurrido en nuestras vidas.

En este sentido los videos del grupo Llanto coral: ¡Ay, mamita! y ¡Compadre Florencio!, nos transmiten vivamente lo que son capaces de generar las plañideras, cuya fuerza expresiva resulta conmovedora y nos permite valorar el esfuerzo corporal y psíquico que requiere tal despliegue escénico. Estas piezas presentadas en un ciclo sin fin, son también una ofrenda que ellas y el artista nos hacen como espectadores, lloran por y para nosotros, nos acompañan en nuestros sentimientos aún cuando pensemos que no era necesario, ni lo creamos oportuno.

Cabe preguntarse ¿por qué este catalizador que ha existido desde el origen de los tiempos ha desaparecido de nuestras costumbres? y quizá no encontremos respuestas fáciles y directas, pero podemos aventurar que no está de moda hacer gala de las emociones, que en muchos ámbitos y ocasiones es visto, aún más, como falta de control. Podemos así entonces recurrir una vez más a la tradición griega para decir que posiblemente lo apolineo en nosotros, es decir lo racional, ha impuesto su dominio en nuestra sociedad, llevándonos a situaciones límites, donde incluso los ámbitos que eran el terreno propio de las emociones -incluido el arte- han sucumbido a esta manera de vivir.

Es este el diálogo al que nos invitan las imágenes que componen la exhibición, que nos pide la lectura de dos discursos que corren paralelos y reclaman nuestra urgente reflexión.

Tomás Rodríguez Soto
Curador

 

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