Research

Bodies revealed. Cadáveres ausentes.

I
El domingo pasado, como es costumbre, entonaba la voz del Presidente de la República a través de su programa televisivo, Aló Presidente. Escandalizado, e invocando el espíritu de Santos Luzardo, anunció que “en la barbarie están nuestro ojos todos los días. La barbarie no es que es un futuro. (sic.) La barbarie la estamos viendo, eso de exponer cadáveres, cuerpos humanos.” Se refería al cierre de Bodies Revealed – una muestra de “13 cadáveres y 219 órganos” que duró pocos días en el Centro Comercial Sambil en Caracas la semana pasada. Es innegable que ese espectáculo, que ha sido visto por 15 millones de ojos curiosos en numerosos países del mundo, linda con lo morboso, y que tiene sospechosas prácticas de adquisición de su materia prima. Ubicada en el no-lugar por excelencia, Bodies Revealed mercadea una plusvalía “científica” confusamente definida de manera simultánea como “arte”. Aunque se apoye en prácticas visuales globalizadas para presentar el cuerpo humano y la ciencia occidental como valores universales, la muestra necesariamente recibe interferencias al nivel de significación que son producidas por los contextos en donde esté ubicada.

Así ha pasado en su visita a Venezuela. En su análisis de la muestra, Chávez diagnosticó los males generales del sistema capitalista como hechos visibles, convirtiendo los cadáveres en rastros tangibles de la propia descomposición moral. Como consecuencia, se tapó este show para hacer otro. El cierre de la muestra se realizó algunos días después de su inauguración, cuando unas 400 personas fueron evacuadas de la exposición mientras los agentes del “poder moral” que el Presidente había movilizado pusieron vendas en los ojos colectivos. Durante largas declaraciones en Venezolana de Televisión, representantes del Seniat proclamaron el cierre como un triunfo del gobierno nacional. El 4 de marzo, una columna del Diario Vea sonó la alarma en la cual Antonio Aponte escribió que “no hay conmoción ¡Comercio de cadáveres humanos! y no hay revuelta espiritual, no hay la reacción humana ante la afrenta a otro humano.”

Fácil es sermonear sobre el peligro de cadáveres visibles ubicados en el no-lugar globalizado del Centro Comercial Sambil. Cómodo es tapar la “violencia” cometida contra estos cadáveres viajeros que pasan a ser símbolos globalizadas y espectaculares de un mal ajeno. En cambio, admitir que quizás la sensibilidad de esta muestra tenga que ver con el contexto local genera otras preguntas más engorrosas. Es difícil no pensar en el titular de El Nacional hace pocos días que anunció que en el mes de febrero unos 449 cuerpos ingresaron a la morgue de Bello Monte, (casi el mismo número de personas sacadas de la muestra cuando el gobierno la cerró), o borrar la imagen del cadáver del violador linchado por vecinos del sector El Valle, que circula ampliamente en los espacios mediáticos locales. Lo visible, entonces, sirve de terreno para lanzar miradas críticas o amenazantes hacia la institucionalidad.

II
El mismo domingo pasado, mientras Chávez atacaba esta exposición “macabra”, en la galería Periférico Caracas, en el este de Caracas, el artista Juan Carlos Rodríguez inauguraba su muestra Teatro de operaciones no.1.  En la entrada de la sala una serie de 16 fotografías llamada “El encargo” cubre una pared. Las imágenes son de paisajes, momentos de tránsito, estampas cotidianas. Todas están tomadas en formato panorámico. Todas, de alguna manera, son fotos de nada. Sus anchos bordes negros colocados arriba y abajo sugieren stills abstraídas de una temporalidad fluvial referenciada por el río (real) que todo lo lleva y que se repite varias veces convirtiéndose en un lugar potencialmente siniestro. Frente a estas imágenes equis, el espectador busca frustradamente un mensaje patente, un código visual familiar que suele caracterizar la representación de los Llanos. Pero no hay ni heroísmo ni claves folklóricas. Entonces, ¿qué hay?

Como si de fotografías forenses se tratara, las leyendas de cada foto proveen nombre, edad y lugar, y así define el lugar apoyándose en estos datos. Sin embargo, ya que la leyenda es sólo una pista, el registro del asesinato por encargo radica frágilmente en un paisaje cotidiano visible y un cadáver ausente. Al igual que la visibilidad incómoda de los Bodies Revealed, los cadáveres ausentes, reactivados por el relato oral recogido y re-transmitido a otro espacio no-local por el artista, apuntan un dedo acusador hacia la institucionalidad, responsable de garantizar el bienestar del cuerpo social de la nación. Conmemorar los muertos, materializar el duelo, convertir el luto en un espacio monumental-ritual, como el del cementerio, facilitan el duelo, pero también materializan una memoria y cuenta que implica un balance sobre una gestión política. Sin embargo, en esta serie el lugar mismo para el duelo es tan pasajero, anónimo, o cotidiano que se tiene que tornar documento. Cuando los vestigios de la muerte pueden pasar desapercibidos esta serie de fotografías atenta contra el olvido y el silencio. Convierten la escandalosa normalidad de estas muertes en dolorosos suedo-monumentos, en documentos que participan en la invisibilidad del dolor para hacerlo más visible, más conspicuo.

III
No es raro que la censura genere más discurso, que ausente la imagen, o en una semi-ausencia, se comenta más. ¿Los pezones borrados por efectos de pos-producción en la televisión no se vuelven, de alguna manera, más evidentes todavía? Es en este este juego de mostrar/no-mostrar que se encuentran estas dos exposiciones, y, como consecuencia, surge la pregunta: ¿Cuál será más amenazante: los cuerpos revelados, o los cadáveres invisibles? Visible o invisible, la imagen es elocuente. Borrados los rastros de la muerte se agilizan las fuerzas institucionales en un espectáculo diferente. “Manda a investigar. Manda el Cicpc”, dice Chávez, porque este “arte” también es una escena de crimen. “La gente concurre a la criminal y perversa exposición como si de piezas de arte se tratara.” Ciertamente. Y mientras se desvía la mirada, hasta la invisibilidad puede tornarse acusación.

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