La película introduce al espectador en la cruda realidad del sistema penal venezolano, a través del relato de tres ex presidiarios que hablan sobre sus vidas antes, durante y después de haber pasado por lo que ellos llaman “el cementerio de hombres vivos”, mientras recuerdan la lejana juventud que los llevó tras las rejas.
“La imagen sugiere una ley no escrita pero altamente respetada y aceptada entre los presos venezolanos”, apunta Ramírez. El índice de muertes en las cárceles de su país ascienden a 465 en el año 2010, según datos oficiales.