En los últimos tiempos Andrea Santolaya ha emprendido diversas exploraciones: Convivió tres meses con un ballet ruso para documentar su intimidad, capturó detalles insospechados de los transeúntes neoyorquinos que se detenían a mirar estatuas a su paso y se metió en la piel de las boxeadoras del gimnasio Gleason’s de New York para comprender y retratar su lado emocional, tanto, que ella misma terminó practicando el deporte.