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[de salonKritik] PASEOS POR EL ARCHIVO Y LA FRONTERA – Sergio Martínez Luna

FUENTE ORIGINAL: salonKritik

El archivo y la frontera son dos heterotopías en las que resultan emergentes los modos contemporáneos de regulación del encuentro y el tráfico cultural. Las estrategias de invisibilización de los procesos de inclusión y exclusión, los imperativos de reconocimiento y minorización, soportan “la ilusión abstracta de un espacio de intercambio ‘sin fricción’ en el cual la particularidad de la posición social de los participantes es obliterada”. (Zizek 2005: 170) El archivo se ha mostrado como un “modo de hacer” que es capaz de ofrecer resistencia al modelo de globalización dominante dando la oportunidad a las culturas no hegemónicas de trabajar en “sus propias experiencias basadas en la singularidad de las mismas y de sus políticas de elaboración y producción de conocimiento”. (Rolnik 2010) Este conjunto de capacidades del archivo se relaciona con las formas de temporalidad no lineal y de producción de memoria asociadas al surgimiento de la imagen contemporánea. Esta, perfilando una relación nueva entre palabras y mundo, erosiona las economías de representación para ganar una capacidad constitutiva propia, una, si se quiere, fuerza performativa, de modo que el archivo comienza a ver cuestionado su papel como lugar de registro y conservación de los instantes de verdad de la imagen. Sin embargo, esta situación del archivo despegado de sus compromisos con las lógicas de la originalidad y la verdad abre la posibilidad de otros archivos posibles, elaborados sobre la misma constatación de su incapacidad para agotar el sentido u ofrecer un testimonio pleno del pasado. (Bordons 2008: 85)

Las modalidades de la sincronía y de la relación insinuadas por la “imagen-diferencia” modifican los dispositivos de producción y gestión del conocimiento y la memoria redefiniendo, en efecto, al archivo como escenario clave para elaborar prácticas dirigidas al cuestionamiento del continuum mediático, el desmantelamiento de la identificación entre documento y monumento, la posibilidad de enunciar los pasados descartados para reconocer su incidencia crítica en el presente. El archivo sería aquí una mediación no reconocida que el discurso y la práctica crítica pueden evidenciar como uno de esos tamices, paneles, filtros o pantallas en los que se juega la negociación y la crítica pública de las formas de encuentro entre imágenes, sujetos y cosas, de los procesos en los que entornos y momentos, conceptos y relatos, se reordenan constantemente para producir y renegociar los significados.

Es posible profundizar en el estatuto actual del archivo como territorio de densidad crítica ubicando a éste en un juego de resonancias con el escenario de la frontera. En el archivo se implementan las modalidades de inclusión y exclusión que gestionan la alteridad y la hospitalidad –por ejemplo, las formas multiculturales de tolerancia normativa que abocan al otro a la invisibilidad y al silencio-. De la misma manera, y ahondando apenas en la complejidad conceptual del término frontera – desde la separación geográfica e histórica al reparto de categorías relacionadas con el género, la clase social, la extranjería o la etnia-, puede apuntarse que en el ámbito de liminalidad allí perfilado se clasifican y reordenan la diferencias, se regulan los trayectos migratorios de las identidades, se hace, en definitiva, archivo. La delimitación de las fronteras es un proceso más móvil de lo que se pretende cuando éste se entiende como el punto de llegada de un conjunto de operaciones concertadas de separación y distribución. La frontera sólo tiene sentido en referencia a los contextos a los que se aplica, quedando su instauración ligada a la variabilidad y la historicidad de aquellos. En consecuencia, el reparto de identidades, espacios y sensibilidades que establece la frontera invita, en ese mismo acto, a un cuestionamiento de sus propios criterios de demarcación, de los contextos que dice delimitar y objetivar.

Resulta clave para pensar una posible articulación entre archivo y frontera su relación con la forma de legislación que dicta los criterios de clasificación y exhibición, de asimilación y exclusión por los que se consolidan y naturalizan ambos términos. Jacques Derrida (1996) ha estudiado la convergencia en el archivo de una constelación de ideas que van desde el principio (arché) y la memoria al poder y la ley. Todas ellas se encuentran en el “origen” del archivo y dibujan esa paradójica relación entre la pasión por conservar y evitar el olvido con el deseo ciego de destruir que Derrida llama “mal de archivo” – el principio de archivo, su arché o fundamento, se opone a la pulsión de muerte freudiana, pero, al mismo tiempo, se desliza fatalmente hacia ella-. El archivo demanda así un pensamiento del límite emparejado al esfuerzo por reconocer los dispositivos fronterizos de exclusión e inclusión, las condiciones de acceso al conocimiento o las leyes de la hospitalidad y la hostilidad. Hay que pensar “no el límite de la frontera ni los sujetos que habitan las zonas fronterizas, sino el límite que está en la frontera (border) y en su implícito huésped (bo[a]rder)”. (Johnson y Michaelsen 2003: 56)

El punto donde mejor se puede profundizar en las relaciones entre archivo y frontera es el que queda señalado por las modalidades del secreto que funcionan en ambos términos. En el arché, en el archivo y su ley, también resuena la etimología del arcano y del secreto: el archivo no sólo guarda sino que codifica y encierra, encofra y encripta. (González Echevarría 2000) Es importante detenerse en la forma en que ese secreto es protegido en, por, el archivo porque ilumina un momento crucial en el encuentro con la alteridad y, en consecuencia, plantea una pregunta acerca del conocimiento cultural y sus límites. Véase, por ejemplo, cómo la disciplina más implicada en el desvelamiento de los secretos culturales, la Antropología, atraviesa un momento crítico para su propia consistencia como saber legítimo cuando se enfrenta llena de ansiedades al secreto “entendido como el conocimiento privado de la cultura, el conocimiento mantenido por el otro en reserva, en una reserva que preserva al otro y sustenta su cultura”. (Johnson y Michaelsen 2003: 50) Esa experiencia del secreto revierte menos en un allanamiento de las discrepancias y las diferencias que comparecen en la frontera que en una problematización de los conceptos que allí se ponen en juego- identidad, diferencia, cultura, traducción-, y en un reconocimiento de los límites de la teorización de la frontera en tanto que índice cultural, herramienta de análisis o escenario de la producción cultural.

La ley, el principio, el secreto de la frontera y del archivo no quedan desvelados, de acuerdo con la retórica del mestizaje y la multiculturalidad, como ámbitos pacificados y disponibles para la creación y la gestión cultural. El secreto de los secretos culturales es que “siempre son públicos, compartidos con los otros, expuestos entre los otros, entre nosotros y los otros, no preservan ni ocultan nada; no tienen significado”. (Johnson y Michaelsen 2003.: 52) Recuérdese que ésta era la lección que Nietzsche había legado al genealogista foucaltiano, a saber, que, en efecto, una vez abandonado el intento de levantar las máscaras con el fin de desvelar una identidad originaria, uno se encuentra con que el secreto de las cosas es que no hay secreto alguno y que ellas son sin esencia. (Foucault 1992: 10) Al modo del caso de la célebre carta robada, la economía del sentido figurada por el secreto se sostendría sobre su propia exposición pública: frente a la pretensión de iluminar y armonizar la diversidad del mundo a través del encuentro consensuado con la alteridad, el otro expone sus secretos con el fin de no ser completamente traducible, de no ser descubierto, de resistirse al reconocimiento pleno.

En un contexto donde la racionalidad económica redefine las esferas de lo emocional y lo afectivo como nuevas vetas para la creación de beneficio, se multiplican las formas de justificación del orden global basadas en una expresividad y una emotividad que se consideran evidentes en sí mismas y compartibles universalmente. La risa, el rostro doliente, la sangre o las lágrimas circulan por el paisaje mediático como índices emocionales que afinan la fluidez espaciotemporal del orden global. Se considera que son capaces de conjugar, a través del llamamiento a la empatía, la variación cultural y lo humano compartido universalmente, cuando, por otro lado, la esfera pública se encuentra en pleno proceso de desmantelamiento. No se trata, entonces, de descartar la condena ética, sino de evitar que ésta sustituya sin más al análisis, apelando a términos asociados sin reflexión a valoraciones positivas y bien vistas. En este sentido, de hecho, se debe abordar un análisis de las emociones preocupado por entender el papel de éstas en la experiencia de la globalización. Sin embargo, es en esos momentos juzgados de forma apresurada como sinceros y transparentes, cuando el otro se muestra más enigmático, más radicalmente ilegible.

Frente a tal fluidez imaginada- y a las fantasías asociadas de consenso cultural cumplido y consumo emocional planetario-, sería pertinente demandar aquí una aproximación “densa” a la complejidad de los procesos y las tramas de significación. Las lágrimas, como recordó Derrida, ven, exponen un secreto señalando un límite al reconocimiento y la comprensión: el archivo segrega y secreta. La vida contemporánea de las imágenes, las formas de su convergencia con los sujetos y las prácticas, las agencias y las cosas, se encuentra ubicada problemáticamente entre tal fluidez y ese límite expuesto que reclama una meditación sobre la desterritorialización y la ilegibilidad. En un panorama de saturación visual que se reproduce a través del “dar a ver todo”, la crítica ya no se reconoce en la tarea de desvelar un sentido oculto que denuncie el enmascaramiento ideológico, sino en el esfuerzo por dar visibilidad a lo que, a través de su misma exhibición, queda invisibilizado y excluido por asimilación, para aprender a mirar allí donde machaconamente se nos dice que no hay nada que ver.
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BORDONS, T. (2008) “Archivos posibles”, Estudios Visuales, 6.
DERRIDA, J. (1996) Mal de archivo. Una impresión freudiana. Trotta, Madrid.
FOUCAULT, M. (1992) “Nietzsche, la genealogía, la historia”, en Microfísica del poder. La Piqueta, Madrid.
GONZÁLEZ ECHEVARRÍA, R. (2000) Mito y archivo. FCE, México.
JOHNSON D. E. y MICHAELSEN S. (2003) “Los secretos de la frontera. Una introducción”, en Teoría de la frontera. Los límites de la teoría cultural. Gedisa, Barcelona.
ROLNIK, S. (2010) “Furor de archivo”, Estudios Visuales, 7.
ZIZEK, S. (2005) El acoso de las fantasías. Siglo XXI, México D.F.

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